Se trata del templo jónico de Atenea
Niké, construido por el arquitecto Calícrates, uno de los coautores del
Partenón, hacia el 421 a. C. Su estilo es, por tanto, clásico. Se encuentra situado
en la Acrópolis de Atenas sobre uno de los bastiones que flanquean los
monumentales Propileos que encontramos a la entrada, y contribuyó al programa
constructivo que allí se llevó a cabo en el llamado siglo de oro de Pericles,
siendo parte de la triada de grandes templos, junto con el Partenón y el
Erecteion, y el edificio más antiguo de este recinto histórico.
Es un templo jónico de reducidas
dimensiones y, como tal, transmite feminidad, gracilidad y elegancia, lo cual
lo hace apropiado para estar dedicado a una diosa. Se aprecia que ha sido
restaurado, pero ha perdido gran parte del entablamento, los frontones y la
cubierta.
Su planta es rectangular, de 8 x 4
metros. Atendiendo a sus columnas, se trata de un templo anfipróstilo y
tetrástilo. En su interior presenta una naos con dos columnas jónicas
dispuestas “in antis” en la que se guardaría la estatua de Atenea áptera, a la
cual los atenienses representaron sin alas para que nunca abandonara la ciudad.
En cuanto al alzado, el templo se
construye sobre una plataforma escalonada o crepidoma. Sobre las columnas está
tendido el entablamento, que se compone de un arquitrabe dividido en tres
bandas y un friso decorado con relieves. Sobre el friso encontramos los restos
de una cornisa sobre la que descansaba un frontón triangular.
El material empleado es el mármol
pentélico, el más utilizado en Atenas en las obras de época clásica por la
cercanía del monte Pentélico.
El sistema constructivo es adintelado, y
utiliza como elementos sustentantes el muro y las columnas.
El muro es de aparejo regular isódomo,
una técnica muy empleada en la arquitectura monumental clásica. Los sillares
están unidos sin argamasa, mediante unas clavijas conocidas como cola de
milano.
Las columnas son monolíticas y de orden
jónico, de unos cuatro metros de longitud. Arrancan del estilóbato, donde se
apoya la basa, con dos toros separados por una escocia. El fuste es acanalado,
con sus aristas muertas al acabar en semicírculo y no en la basa o el capitel,
y sin éntasis. El capitel presenta collarino, equino —decorado con ovas y
óvalos y dos volutas— y ábaco.
La decoración se ubica principalmente en
los capiteles, con las volutas propias del orden jónico, y en el friso, donde
encontramos relieves en los que se representan escenas de la batalla de
Salamina, en la que los atenienses, con ayuda de Zeus, Atenea y Poseidón,
derrotaron a los persas. Se desconoce cómo serían las esculturas del frontón,
pero, a partir de restos encontrados —actualmente expuestos en el Museo de
Londres—, podemos afirmar que fueron hechos a partir de la escuela de Fidias,
con el uso de la técnica de paños mojados.
Al tratarse de un templo, su principal
función es religiosa, y en este caso concreto, también conmemorativa, puesto
que, además de para honrar y servir de morada a la diosa Atenea Niké —símbolo
de las victorias navales— se erigió como conmemoración a la victoria de los
atenienses sobre los persas en la batalla de Salamina (480 a. C.).
Como los templos griegos no eran lugares
concebidos para albergar a los devotos ni para oficiar ceremonias, no se
trataba de construcciones espaciosas. Eran sitios en los que se guardaban los
tesoros asociados al culto al dios y en el que los fieles depositaban sus
ofrendas votivas. En el interior también albergaban una imagen de culto que
representaba al dios al cual el templo hacía honor.
El templo de Atenea Niké es uno de los
modelos más representativos del estilo clásico griego, con su belleza,
proporción, armonía y elegancia. Se construyó durante el siglo de oro de
Pericles, época en la que Atenas vivía su momento de máximo esplendor político,
económico y cultural. En este periodo, la Acrópolis se reorganizó totalmente de
la mano de arquitectos como Ictino y Calícrates y se construyeron numerosas
edificaciones, como el Partenón y el Erecteion, que constituyen las muestras
más representativas de arte clásico griego junto con la obra que nos ocupa.
Aunque el templo de Atenea Niké está dedicado
a los dioses, muestra a la perfección la concepción antropocéntrica que
caracteriza a los templos griegos, alejados del colosalismo del arte egipcio.
En los templos griegos, a diferencia de los egipcios, se busca la belleza en la
medida del hombre. Las matemáticas toman en ellos especial relevancia, puesto
que se busca, ante todo, proporción entre las partes, equilibrio y armonía. De
este modo, en esta concepción matemática de la belleza y del arte, se utiliza a
veces la proporción aurea, en la que todas las medidas están conectadas a
partir del módulo de las columnas. Sin embargo, esta aplicación de las
matemáticas, lejos de encorsetar a la arquitectura griega, la hizo más
flexible, adaptándola a distintos estilos: dórico, jónico (como el templo que
nos ocupa) y corintio.
El arte griego siempre estuvo evolucionando,
hasta alcanzar formas más expresivas en el helenismo con el estilo corintio, y
no se acabará con el fin de la Grecia Clásica, sino que su influencia se
reflejará de manera inmediata en el Imperio Romano y traspasará la frontera del
tiempo con el arte del Renacimiento y, más adelante, e incluso con más fuerza,
con el Neoclasicismo en el siglo XVIII.