lunes, 25 de diciembre de 2017

El papel del profesor en la educación


A pesar de que, para el ser humano, la educación tiene un papel tan relevante como instrumento transformador —tanto de los individuos en particular como de la sociedad en su conjunto— no se le da una verdadera figuración en el escenario de lo colectivo, y, con frecuencia, en los gobiernos se habla de la educación como algo subsidiario frente a otras cuestiones más importantes, como las relativas a los asuntos exteriores o de naturaleza económica.

Pero la educación constituye una de las cuestiones más importantes y urgentes para la construcción de seres humanos; de unas personas que creen una sociedad más civilizada y justa. Porque la educación es algo que permea todo el conjunto de la vida: constantemente nos educamos unos a otros, de modo que no es algo que pueda darse simplemente en términos de relación entre padres e hijos; ni tampoco una tarea exclusivamente concerniente a los ministros o las escuelas, sino que se trata de un problema de la sociedad.

Pero si bien la educación no es tarea que provenga de un solo foco, es indiscutible el relevante papel del profesor en ella. Y el mejor maestro no es aquel que transfiere una serie de conocimientos o aquel que explica y hace la labor de interpretación por nosotros, sino quien nos muestra el modo en que seamos capaces de emanciparnos, y que, en último término, aprendamos a prescindir de él. Y es que, como sostiene el filósofo Fernando Savater, “el buen profesor es el que nunca se hace imprescindible”.

Un buen profesor tampoco entenderá la educación como la mera transmisión de conocimientos. Y no porque también deba ocuparse de la integración de valores morales como la solidaridad, la compasión, la simpatía, etc., sino porque, en esta formación integral del individuo en todas sus facetas (física, intelectual y moral), también es necesaria una formación orientada a que los alumnos saquen la mejor versión de sí mismos y que, con ello, puedan ser felices como futuros adultos. Los seres humanos no nacemos conociendo los medios para lograr ser felices. Conocemos las cosas que nos provocan placer, pero ello no constituye la verdadera felicidad, o, al menos, no una sostenible en el tiempo y para una vida sana y llena. La felicidad, la de verdad, es una consecuencia que llega después de encontrar un sentido o proyecto de vida. Y cada persona tendrá uno distinto. Por ello, un buen docente debe trabajar con la diversidad. Cada individuo tiene una manera especial de pensar, de sentir y de actuar, una pluralidad que está ligada a diferentes capacidades, intereses, ritmos de maduración distintos, etc. y que abarca un amplio abanico de situaciones en cuyos extremos siempre se ha situado a las personas que se alejan de lo frecuente. Pero una educación que tuviera en cuenta la diversidad como algo natural a los grupos humanos, es la que debería imponerse, y no solo para atender a colectivos diagnosticados por ciertas peculiaridades. La diversidad es la norma y no la excepción.

Por todo ello, la relación entre el maestro y los alumnos no debería ser una relación de inteligencia a inteligencia; es decir, de una inteligencia superior, explicadora,  a una inferior, donde el maestro es el poseedor del conocimiento y quien, por tanto, se encuentra en una situación de poder, y el alumno, en virtud de esta repartición de roles, el incapaz que ha de recibir dicho conocimiento. La educación debe ser de voluntad a voluntad, sin que haya una situación de desigualdad en la que el profesor imponga su propio proyecto de vida.

Y como última reflexión, sería pertinente señalar que no debe olvidarse que lo importante de la educación estriba en que son otros humanos, esto es, los semejantes, los que nos enseñan. Lo más importante es la relación humana, es decir, la idea de que la humanidad es transmitida con el contacto. Y esto es algo que se está olvidando ante un panorama de cambios tecnológicos que ahora se están implementando en la educación. Pero los medios técnicos no son otra cosa más que instrumentos, que realmente no otorgan el significado de las cosas.

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