lunes, 25 de diciembre de 2017

Comentario de obra de arte II: el templo de Atenea Niké



Se trata del templo jónico de Atenea Niké, construido por el arquitecto Calícrates, uno de los coautores del Partenón, hacia el 421 a. C. Su estilo es, por tanto, clásico. Se encuentra situado en la Acrópolis de Atenas sobre uno de los bastiones que flanquean los monumentales Propileos que encontramos a la entrada, y contribuyó al programa constructivo que allí se llevó a cabo en el llamado siglo de oro de Pericles, siendo parte de la triada de grandes templos, junto con el Partenón y el Erecteion, y el edificio más antiguo de este recinto histórico.

Es un templo jónico de reducidas dimensiones y, como tal, transmite feminidad, gracilidad y elegancia, lo cual lo hace apropiado para estar dedicado a una diosa. Se aprecia que ha sido restaurado, pero ha perdido gran parte del entablamento, los frontones y la cubierta.
Su planta es rectangular, de 8 x 4 metros. Atendiendo a sus columnas, se trata de un templo anfipróstilo y tetrástilo. En su interior presenta una naos con dos columnas jónicas dispuestas “in antis” en la que se guardaría la estatua de Atenea áptera, a la cual los atenienses representaron sin alas para que nunca abandonara la ciudad.
En cuanto al alzado, el templo se construye sobre una plataforma escalonada o crepidoma. Sobre las columnas está tendido el entablamento, que se compone de un arquitrabe dividido en tres bandas y un friso decorado con relieves. Sobre el friso encontramos los restos de una cornisa sobre la que descansaba un frontón triangular.
El material empleado es el mármol pentélico, el más utilizado en Atenas en las obras de época clásica por la cercanía del monte Pentélico.
El sistema constructivo es adintelado, y utiliza como elementos sustentantes el muro y las columnas.
El muro es de aparejo regular isódomo, una técnica muy empleada en la arquitectura monumental clásica. Los sillares están unidos sin argamasa, mediante unas clavijas conocidas como cola de milano.
Las columnas son monolíticas y de orden jónico, de unos cuatro metros de longitud. Arrancan del estilóbato, donde se apoya la basa, con dos toros separados por una escocia. El fuste es acanalado, con sus aristas muertas al acabar en semicírculo y no en la basa o el capitel, y sin éntasis. El capitel presenta collarino, equino —decorado con ovas y óvalos y dos volutas— y ábaco.
La decoración se ubica principalmente en los capiteles, con las volutas propias del orden jónico, y en el friso, donde encontramos relieves en los que se representan escenas de la batalla de Salamina, en la que los atenienses, con ayuda de Zeus, Atenea y Poseidón, derrotaron a los persas. Se desconoce cómo serían las esculturas del frontón, pero, a partir de restos encontrados —actualmente expuestos en el Museo de Londres—, podemos afirmar que fueron hechos a partir de la escuela de Fidias, con el uso de la técnica de paños mojados.
Al tratarse de un templo, su principal función es religiosa, y en este caso concreto, también conmemorativa, puesto que, además de para honrar y servir de morada a la diosa Atenea Niké —símbolo de las victorias navales— se erigió como conmemoración a la victoria de los atenienses sobre los persas en la batalla de Salamina (480 a. C.).
Como los templos griegos no eran lugares concebidos para albergar a los devotos ni para oficiar ceremonias, no se trataba de construcciones espaciosas. Eran sitios en los que se guardaban los tesoros asociados al culto al dios y en el que los fieles depositaban sus ofrendas votivas. En el interior también albergaban una imagen de culto que representaba al dios al cual el templo hacía honor.

El templo de Atenea Niké es uno de los modelos más representativos del estilo clásico griego, con su belleza, proporción, armonía y elegancia. Se construyó durante el siglo de oro de Pericles, época en la que Atenas vivía su momento de máximo esplendor político, económico y cultural. En este periodo, la Acrópolis se reorganizó totalmente de la mano de arquitectos como Ictino y Calícrates y se construyeron numerosas edificaciones, como el Partenón y el Erecteion, que constituyen las muestras más representativas de arte clásico griego junto con la obra que nos ocupa.
Aunque el templo de Atenea Niké está dedicado a los dioses, muestra a la perfección la concepción antropocéntrica que caracteriza a los templos griegos, alejados del colosalismo del arte egipcio. En los templos griegos, a diferencia de los egipcios, se busca la belleza en la medida del hombre. Las matemáticas toman en ellos especial relevancia, puesto que se busca, ante todo, proporción entre las partes, equilibrio y armonía. De este modo, en esta concepción matemática de la belleza y del arte, se utiliza a veces la proporción aurea, en la que todas las medidas están conectadas a partir del módulo de las columnas. Sin embargo, esta aplicación de las matemáticas, lejos de encorsetar a la arquitectura griega, la hizo más flexible, adaptándola a distintos estilos: dórico, jónico (como el templo que nos ocupa) y corintio.
El arte griego siempre estuvo evolucionando, hasta alcanzar formas más expresivas en el helenismo con el estilo corintio, y no se acabará con el fin de la Grecia Clásica, sino que su influencia se reflejará de manera inmediata en el Imperio Romano y traspasará la frontera del tiempo con el arte del Renacimiento y, más adelante, e incluso con más fuerza, con el Neoclasicismo en el siglo XVIII.

No hay comentarios:

Publicar un comentario