Se
trata del grupo escultórico El rapto de Proserpina,
realizado por Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) entre 1621 y 1622. Pertenece,
por tanto, al barroco italiano inicial, sucesor de la etapa manierista. Fue una
escultura encargada por Scipione Borghese, uno de los habituales mecenas de
Bernini, que se la cedió al Cardenal Ludovico Ludovisi. Este la llevó a su
villa, y allí permaneció hasta que en 1908 el Estado italiano la adquirió y la
devolvió a la Galleria Borghese.
La
escultura, de bulto redondo, constituye un grupo escultórico de 2,25 metros de
altura en el que se representa la escena del rapto de Proserpina, mostrándose
el instante exacto en el que Plutón toma con brutalidad a la joven por la
cintura para llevarla consigo al Inframundo mientras ella lucha por librarse de
las opresoras manos del dios. Las figuras de Proserpina y Plutón son las
principales del conjunto. Abajo observamos ladrando al Cancerbero, el guardián
del Hades.
Esta
obra está esculpida en mármol de Carrara, un material muy utilizado por Bernini
como reminiscencia a Miguel Ángel, en un pulido fino, exceptuando algunas
zonas, como el cabello de Proserpina y Plutón. También observamos un marcado
contraste entre el cuerpo de Plutón, duro y terso debido a la tensión muscular,
y el de Proserpina, blando y sensual.
En
este pulimiento del mármol se aprecia también un gran virtuosismo técnico en la
manera de tratar la carne, donde destaca el detalle en el que los dedos de
Plutón se hunden en el muslo de Proserpina, convirtiendo el frío mármol en la
carnosidad más realista, y en el conocimiento de la anatomía, donde Bernini
presume de un gran estudio del desnudo clásico en el que contrasta la
musculatura robusta de Plutón con la fragilidad y la dulce morbidez de
Proserpina.
Las
figuras son, pues, idealizadas, con un canon que sigue de las anatomías
clásicas. En cuanto a su expresión, se observa el contraste entre el rostro
desesperado de Proserpina y el de deseo de Plutón, resaltando así el carácter
dramático y teatralizado de la obra.
La
composición es abierta, rompiendo así el equilibrio propio del Renacimiento y siendo
el movimiento, en este caso en acto —muy propio del Barroco—, uno de los
protagonistas y lo que da un gran realismo al conjunto.
Este
movimiento, en serpentinata, hace que la composición se disponga en sentido helicoidal ascendente, una herencia
del manierismo que hace que la escultura pueda apreciarse desde diferentes
puntos de vista. Esto permite realizar, además, un análisis distinto del rapto
según el lugar desde el que se observe. Así, desde la izquierda, produce la
sensación de que Plutón trata de mantener sujeta a Proserpina; visto de manera
frontal, el dios del inframundo parece un vencedor levantando su trofeo, a
Proserpina; y desde la derecha, cobra Protagonismo la visión de Proserpina
llamando a su madre, con Cancerbero como elemento que infunde más terror al
momento.
En
cuanto a la luz, esta cobra especial importancia en esta escultura, puesto que
ayuda a la creación de volumen y movimiento mediante la formación de
claroscuros en los pliegues de la vestimenta y en las torsiones anatómicas.
Además, al tratarse de una escultura realizada en mármol, la luz resbala sobre
el material, realzándose la blancura. Este rasgo puede apreciarse más en la
piel de Proserpina, que sugiere suavidad frente a la rugosidad y frialdad que
ofrece la de Plutón.
La
temática de la composición es mitológica. A partir del mito de Proserpina, que
aparece recogido en la Metamorfosis
de Ovidio, pretende simbolizarse el enfrentamiento entre contrarios, compuesto
por la dualidad de contrarios: fuerza-fragilidad, masculinidad-feminidad,
fealdad-belleza, lascivia inocencia, brutalidad-delicadeza y
violencia-sumisión. Además, siguiendo el pensamiento contrarreformista y
católico de la época, la escultura podría pretender ser un medio para la
lección moral, confrontando del vicio con la virtud. Con ello, se expresan los
distintos comportamientos psicológicos de los personajes; es decir, los estados
del alma.
Esta
es una manera de aproximarse a la mitología clásica muy típica del Barroco.
Durante el siglo XVII, los dioses y personajes de la Antigüedad se
representaron protagonizando sus historias como si fueran situaciones de la
vida cotidiana. Los artistas de la época, como Ribera, Caravaggio y Velázquez,
trataron de reducir a estos personajes a la condición de simples mortales,
mostrando sus defectos y vicios.
Este
propósito artístico se entiende en el siglo XVII, en un mundo de luces y
sombras. El Barroco se desarrolló en una época de numerosas guerras de
religión. La división religiosa entre católicos y protestantes rompe la unidad
ideológica que había desde la Edad Media. Las gentes de la sociedad barroca
viven con la sensación de encontrarse en un mundo que se derrumba, sin la
seguridad teocentrista medieval ni el optimismo antropocéntrico del
Renacimiento. En este contexto, la Iglesia católica tratará de convencer
declarándose poseedora de la verdad; una verdad que sustituirá a la Idea
Belleza y que tratará de deslumbrar y emocionar a los fieles. Los temas
pictóricos y escultóricos serán, pues, de una potente teatralidad. Se buscarán
todos los efectos posibles para atraer y convencer al espectador, con un
teatralizado mensaje accesible y convincente que no requiera demasiada
reflexión. Se buscará, pues, crear obras de gran riqueza y sorpresa visual como
expresión de poder de la Iglesia.
Esta
escultura es un ejemplo de todo ello. Bernini trabajó al servicio de
importantes personajes de la Iglesia católica, y varias de sus obras trataron
temas religiosos. En sus esculturas, como la que es objeto de análisis en este comentario,
encontramos algunos temas mitológicos, como era habitual en la escultura
barroca, siendo Apolo y Dafne el
ejemplo más conocido. Esta escultura, en concreto, es una de las mayores obras
maestras de Bernini, y su tema, el rapto de Proserpina, ha podido estar
inspirado en la escultura El rapto de las
sabinas, de Juan de Bolinia. Caravaggio también fue una gran influencia
para este autor, puesto que Bernini imita el realismo del pintor y tiene en
común con él el gusto por la búsqueda del momento de mayor tensión, como se
aprecia en esta obra.
Bernini
será una figura principal en la escultura barroca, influyendo en importantes
escultores como Pietro Bracci, Fillippo della Valle, Camilo Rusconi o René
Michel Slodtz.
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